La pandemia de COVID-19 está desatando una crisis de desarrollo humano. En algunas dimensiones del desarrollo humano, las condiciones actuales son equivalentes a los niveles de privación vistos por última vez a mediados de los años ochenta. Pero la crisis está golpeando con fuerza todos los elementos constitutivos del desarrollo humano: (1) ingresos, con la mayor contracción en la actividad económica desde la Gran Depresión; (2) salud, causando directamente un número de muertos de más de 300,000 e indirectamente llevando potencialmente a 6,000 muertes de niños adicionales cada día por causas evitables en los próximos 6 meses; (3) educación, con tasas efectivas de ausencia escolar en la educación primaria que se espera caigan a los niveles de mediados de los años ochenta; y (4) violencia doméstica, que aún no se ha documentado por completo.
La pandemia se superpuso a las tensiones no resueltas entre las personas y la tecnología, entre las personas y el planeta, entre los que tienen y los que no tienen. Estas tensiones ya estaban dando forma a una nueva generación de desigualdades relacionadas con las nuevas necesidades del siglo XXI, como se define en el Informe de Desarrollo Humano de 2019. La respuesta a la crisis puede determinar cómo se abordarán estas tensiones y si se reducen las desigualdades en el desarrollo humano.
Un nuevo reporte del PNUD aborda todos estos temas, con énfasis en un enfoque que enfatiza el potencial de las personas para ser y hacer lo que aspiran en la vida en lugar de los recursos materiales o la actividad económica. En el reporte se sugieren tres principios para dar forma a la respuesta a la crisis:
(1) Orientar las respuestas a través de una perspectiva de equidad.
(2) Concentrar los esfuerzos en las capacidades de las personas.
(3) Seguir un enfoque multidimensional.
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