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Las desigualdades e inequidades sociales que caracterizan a la mayor parte de las sociedades mundiales, son producto de una forma de construir los procesos sociales, de manera que determinan en forma compleja la forma en que las poblaciones nacen, crecen, viven, trabajan, envejecen; así como también de los sistemas que se diseñan e implementan para prevenir y enfrentar las enfermedades físicas y mentales.
Todo ello implica, que las condiciones en que las poblaciones viven y mueren están generadas por los sistemas políticos, sociales y económicos de cada sociedad. En consecuencia, las políticas sociales y económicas determinan las posibilidades de desarrollar el potencial humano, y por lo tanto la calidad de vida. De hecho, el desarrollo de una sociedad puede evaluarse a partir (1) del estado de salud de su población; (2) de cómo se distribuyen los problemas en forma específica a lo largo del espectro social; y (3) por el grado de protección de las poblaciones que padecen alguna enfermedad.
En el año 2005, la Organización Mundial de la Salud (OMS), puso en marcha la Comisión sobre los Determinantes Sociales de la Salud, con el objetivo de obtener evidencia empírica sobre potenciales acciones que pudieran favorecer la equidad sanitaria. Esta comisión elaboró un documento con los resultados de sus investigaciones y conclusiones (la versión pdf puede encontrarse en el link al que lleva el título de esta entrada).
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